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“No hace falta ser una Marie Curie para dedicarse a la ciencia”

“No hace falta ser una Marie Curie para dedicarse a la ciencia”

La historia de la ciencia no solo la han escrito hombres. Ellas; científicas, maestras e inventoras, siempre han estado ahí. En la primera línea de la investigación y la generación del conocimiento. ¿Entonces por qué su contribución y legado no aparece en los libros de texto? El trabajo de la inmensa mayoría científicas que en su día aportaron su granito de arena al mundo de la ciencia ha permanecido en las sombras durante siglos. Desvalorizado en su día e invisibilizado por la historia. Las únicas supervivientes al olvido han sido las grandes heroínas de la ciencia; las mujeres excepcionales que lograron triunfar en un mundo de hombres. Así que leamos qué cuenta entre líneas su historia.

Tomemos, por ejemplo, la biografía de Marie Curie; la científica por excelencia. Su trayectoria, envuelta en leyenda, habla de una mujer excepcional en todos los sentidos. Investigadora abnegadamujer perfecta y madre entregada; alguien que se sacrificó por encima de sus posibilidades para lograr lo que logró. Su historia fue una de las primeras en destacar que las mujeres también podían triunfar en un mundo hasta entonces ‘prohibido’ para ellas. Pero, indirectamente, su biografía también habla de Curie como una anomalía en su tiempo y algo imposible de igualar. Y este es el estándar que se ha mostrado como modelo a seguir para las nuevas generaciones de científicas.

“En los relatos históricos tradicionales se acoge la presencia de algunas mujeres ‘excepcionales’ que, en vez de ser comprendidas en su contexto, se presentan como una excepción”, argumenta Montserrat Cabré i Pairet, catedrática de Historia de la Ciencia de la Universidad de Cantabria. “En el caso de las mujeres, además, existe una idealización doble; la que tiene que ver con la actividad científica en sí misma y la que tiene que ver con la excepcionalidad, en el sentido de anomalía, que tiene ser una mujer en ciencia”, añade.

La historia nunca contada

La historia, por suerte, no es algo estático. Es un relato que se reescribe a la luz de nuevas inquietudes y miradas. “Las investigaciones realizadas en las últimas décadas revelan un pasado en el que las mujeres han tenido un gran protagonismo en todas las esferas de la vida humana; también en la producción del conocimiento científico”, destaca Cabré i Pairet. Así es como, poco a poco, se está rescatando el legado de muchas mujeres que en su día contribuyeron al avance de la ciencia.

“Hay que recuperar el legado de estas científicas por justicia epistémica; porque en su día se menospreciaron sus contribuciones”, destaca Sònia Estradé, presidenta de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas de Catalunya (AMIT-Cat). “La historia de Rosalind Franklin merece ser contada. No solo porque Watson y Crick robaron su trabajo de su cajón (algo que más adelante llevó al descubrimiento de la estructura del ADN), sino porque en su día la dejaron de marimacho para arriba”, replica Estradé.

Son muchas las historias que merecen ser contadas. También aquellas que no cambiaron el mundo. “La historia de la ciencia no solo tiene que ser un reflejo de grandes epopeyas. También tiene que reflejar fallos, pensamiento crítico y relatos más humanos”, destaca Elisa Garrido, experta en arte y ciencia de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). “Es tan valioso explicar la historia de Darwin que la de María Teresa Toral, una científica que se tuvo que exiliar durante la dictadura que es un ejemplo de superación, supervivencia y esfuerzo”, reflexiona la académica.

Las mujeres también llevan bata

Más allá del debate, la falta de mujeres referentes distorsiona la mirada de las nuevas generaciones sobre la ciencia. Uno de los ejemplos más claro, esgrime Garrido, es el célebre experimento de ‘Picture a scientist’, donde se les pide a los niños que ‘dibujen a una persona dedicada a la ciencia’. En la década de los sesenta, solo un 1% de los niños estadounidenses dibujaba una mujer con bata. En la actualidad, este porcentaje ha llegado al 30%. Ellas, pues, siguen siendo minoría. También en áreas donde las mujeres, hoy por hoy, siguen siendo mayoría; como las ciencias médicas y naturales.

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Estradé añade un par de datos más para entender el impacto de los estereotipos de género sobre las vocaciones de niños y niñas. A los siete años los infantes ya han interiorizado estereotipos de género. Ya llegados a la adolescencia, asocian las ciencias más competitivas con rasgos masculinos y las más enfocadas a cuidados con rasgos femeninos. En la universidad, la brecha entre hombres y mujeres se traduce en un acceso desigual a oportunidades y recursos. “No siempre hay una discriminación como tal. Muchas veces el problema viene de muchas desventajas acumuladas que, aunque muy sutiles, siempre están ahí”, añade la experta.

Otra mirada sobre la ciencia

¿Solución? Cambiar la manera en la que hablamos de ciencia. “Mostrar la excelencia científica de las mujeres científicas puede ser un estímulo para promover la curiosidad de las generaciones más jóvenes. Pero se trata de mostrar la excelencia como el resultado de atreverse a pensar distinto y no como el resultado de un esfuerzo heroico que implica renuncias en la vida personal”, reflexiona Cabré i Pairet.Te puede interesar.

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