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La maestra jardinera que vuela en globo y bate récords mundiales

La maestra jardinera que vuela en globo y bate récords mundiales

A punto de ascender al cielo de Luján, Leticia desengancha el barbijo del Club Aerostático Argentino y destapa su sonrisa. Acepta conversar unos minutos, pero se deja puestos los guantes rojos, porque el despegue de su globo es inminente.

Evoca entonces la hazaña que la marcó para siempre: ella ​flota en el océano del aire, atraviesa lo invisible y se deja llevar por los antojos del viento. El silencio la acompaña a 300 metros de las Salinas Grandes de Jujuy, que a su vez están a 4.000 metros sobre el nivel del mar. Más alta que lo más alto, ella pasea en un globo gigante sin canasta, sino atado a su arnés.

Parece un cuento infantil inspirado en la aventura y ambientado en la dimensión cósmica, pero es una crónica real de lo que sucedió hace un año, cuando se registró el primer vuelo solar humano al comando de una mujer.

Fue una proeza que implicó un mensaje en defensa del medio ambiente: el globo que llevaba a la primera piloto argentina de esta categoría se elevó con la energía del viento y del sol, sin usar ni una gota de combustibles sólidos, sumándose al paisaje de la naturaleza.

Hace un año, Leticia despegó de las Salinas Grandes en este globo solar y logró una proeza. Foto: Gentileza del Studio Tomás Saraceno.

Hace un año, Leticia despegó de las Salinas Grandes en este globo solar y logró una proeza. Foto: Gentileza del Studio Tomás Saraceno.

La protagonista se llama Leticia Marqués, tiene 59 años, cuatro nietos y una vida fascinante, porque desde hace cinco años es piloto comercial de globos aerostáticos.

Empezó a pasear por las alturas cuando estaba por jubilarse de su otra pasión, la enseñanza en el jardín de infantes, que también le permitía narrar gestas heroicas y estirar hasta el infinito los límites de la imaginación.

Ejerció 30 años como maestra jardinera en la Ciudad de Buenos Aires, mientras veía de reojo el entusiasmo con que volvía su marido Carlos, también piloto, de cada amanecer flotante. La salida del sol es uno de los mejores momentos para volar y mirar el horizonte, dicen los que andan por cielos espumosos de neblina, espiados por lunas rezagadas.

Fue curiosa, se puso a estudiar. Hizo a un lado los libros de Anna Freud que la ayudaron a comprender la psicología de los niños y pasó a leer volúmenes técnicos sobre presión del aire, cuerdas, envolturas, activación del quemador, comportamiento del gas propano, vientos. Y a medida que incorporaba conceptos propios de Julio Verne, comenzó a despegar.

Historia de la aventura

Leticia Marqués habla con la revista Viva en medio de una exhibición de globos aerostáticos en Luján. Como se realiza en pandemia, los espectadores permanecen en sus autos, mientras seis globos se inflan y esperan, a metros de la superficie, que las ráfagas amainen, para no terminar en San Nicolás.

Adentro de la esfera. en una exhibición de globos en el InCar de Luján, de la que participó Leticia. Foto: Germán García Adrasti.

Adentro de la esfera. en una exhibición de globos en el InCar de Luján, de la que participó Leticia. Foto: Germán García Adrasti.

“Volar es una experiencia hermosa, intensa, tranquila cuando estás arriba, demandante en cada detalle, pero siempre con paisajes y naturaleza en 360 grados”, dice Leticia, que hace fuerza con unas cuerdas y analiza el panorama del cielo junto a Carlos, que la alienta.

El sueño de volar en globo tiene una historia en el país. La cuenta bien la Asociación Aerostática Argentina en su página web, donde se menciona que ya en mayo de 1810, un relojero holandés se dirigió a la Junta Provisional Gubernativa para pedir 4.000 pesos para la construcción de un aeróstato, que es como se les llama a estas aeronaves con espacios llenos de algún gas más ligero que el aire para poder elevarse y navegar.

Detalle para los que hacen documentales: ese primer aparato iba a ser impulsado por remos y guiado por un timón, como una nave vikinga lista para surcar las nubes. La idea no prosperó, había otras urgencias políticas en ese entonces en tierra.

Hace 200 años que se intentan aventuras en globos aerostáticos: al comienzo hubo fracasos y momentos desopilantes.

Entre 1864 y 1907 se organizaron “demostraciones aerostáticas en globo libre sobre el Río de la Plata” por militares europeos y norteamericanos que habían terminado sus guerras. Los globos se inflaban con el gas de una planta ubicada en Retiro.

Un aventurero francés y otro norteamericano intentaron cruzar la Cordillera de los Andes, pero los vientos feroces lo impidieron. El norteamericano, de apellido Wells, para los que gustan de la ciencia ficción, intentó un ascenso en la Plaza de la Victoria, la actual Plaza de Mayo, dispuesto a llegar bien alto y arrojarse desde allí en paracaídas.

Pero estaba en Buenos Aires, donde los curiosos se arriman demasiado, y uno de ellos quedó enganchado en las cuerdas y salió volando por debajo de la canasta. Wells cambió de planes, orientó el globo hacia el río marrón y allí buscó el descenso. De milagro, piloto y curioso amarrado fueron rescatados en un bote.

De esos precarios intentos, se llegó el año pasado a uno de los desarrollos más sofisticados del planeta. Necesitaban a una mujer para hacer el primer vuelo. Y pensaron en Leticia.

Cuidar el planeta

El artista y arquitecto tucumano Tomás Saraceno tuvo un sueño: crear un globo que no necesitara combustible, que pudiera inflarse por la energía del sol y trasladarse por el impulso del viento. Puso en marcha entonces el proyecto “Arocene Pacha”, el diseño de un balón de 3.000 metros cúbicos con telas ultraligeras negras, que permiten una gran absorción de la radiación solar.

A flotar. Leticia toma altura, supervisada por el artista argentino Tomás Saraceno. Foto: Gentileza Studio Tomás Saraceno.

A flotar. Leticia toma altura, supervisada por el artista argentino Tomás Saraceno. Foto: Gentileza Studio Tomás Saraceno.

Y envolvió su desarrollo con una atmósfera ambientalista, creativa, innovadora. Para eso necesitaba la habilidad de Leticia, a quien propuso el desafío de montarse el globo solar en su espalda y despegar desde las Salinas Grandes, un mar de sal, bajo un océano de aire.

El dispositivo no tenía baterías ni quemador, apenas un kit con wifi y una botella para medir las variables atmosféricas y establecer la diferencia de temperatura entre el globo y el exterior.

En el documental del Canal Encuentro titulado “Aerocene Pacha. Utopía sustentable”, se muestra la meticulosa preparación y el mensaje ecologista de Saraceno, que está radicado en Berlín, donde se luce en exposiciones de “espacios flotantes” y “esculturas aéreas”.

El globo de Leticia tenía inscripciones que decía: “El agua y el viento valen más que el litio” y “No al litio, no a la contaminación”, en rechazo a la explotación del mineral que abastece las baterías de los celulares, las computadoras y los autos eléctricos.

Misión cumplida. Leticia baja luego de su vuelo sin combustible y sueña con nuevas conquistas aéreas. Foto: Gentileza Studio Tomás Saraceno.

Misión cumplida. Leticia baja luego de su vuelo sin combustible y sueña con nuevas conquistas aéreas. Foto: Gentileza Studio Tomás Saraceno.

Y Leticia despegó. Y en su recorrido “batí 32 récords mundiales” dice en tierra, vencedora en tiempo, distancia y coraje.

Copyright: clarin.com/viva
Imagen propiedad de: (destacada) German Garcia Adrasti
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