Despierto por la mañana y los primeros rayos del sol iluminan mi rostro a través del follaje de los pinos. Al mirar el cielo azul por la ventana, mi corazón se llena de gratitud: “Qué hermoso nuevo día para vivirlo ante la presencia de mi Dios”.
Qué alegría comenzar sabiendo que Dios me ama y que estará conmigo en cada pensamiento, en cada lugar, en cada situación que enfrente. Su protección me guarda mientras manejo por las calles de Houston, y su inspiración me guía en mi trabajo. Qué paz saber que el Creador del universo es mi amigo y camina conmigo, guiándome un peldaño más arriba en esta escalera de la vida.
Pronto saldré, y desde mi auto veré los mismos rostros de siempre. Hombres y mujeres corriendo de un lado a otro, demasiado ocupados como para detenerse a escuchar la voz de Jesús. Muchos han oído de Él, pero viven, como dice la Biblia, “solos y sin Dios en el mundo”. ¡Qué tristeza! Veo rostros angustiados, cargados, vacíos. Algunos buscan dinero, otros consuelo, otros una satisfacción que no encontrarán fuera de Dios. Hay rostros de ancianos que sienten que es tarde para rehacer su historia, y rostros de jóvenes distraídos por conquistas pasajeras. La madre preocupada, el trabajador resignado, el ejecutivo orgulloso, la mujer desilusionada, el hombre frustrado, la muchacha vanidosa, los niños inconscientes del camino en el que están siendo llevados.
Rostros y más rostros. Cientos y miles, muy distintos ciertamente, pero todos tienen algo en común. Todos llevan la marca clara tras su dibujada apariencia, de estar muy ocupados en cosas urgentes, en un sinfín de problemas por resolver, de necesidades que saciar. Rostros de quienes olvidan lo único que es verdaderamente importante: Dios en el control de sus vidas. ¡Y qué diferencia esto haría!
Un rostro así comenzaría el día elevando sus pensamientos al Dios de la vida; sería el rostro de alguien con la certeza de que todas sus cosas, todas sus ansiedades, todos sus problemas, todas sus preocupaciones, todos sus deseos, estarían ampliamente atendidos por quien sí tiene el poder para ocuparse de ellos, dejandote espacio para cosas mejores como soñar con un sueño que sí se cumplirá, ser feliz por el solo hecho de estar vivo, poder amar más allá de la familia y amigos, hallar como contribuír en la vida de los demás, estar agradecido por la oportunidad de un nuevo día. Ojalá tu tengas el rostro de aquel que supo buscar en el lugar correcto.